20/04/2013 Amanece más de lo mismo

Amanece y es una copia de los últimos días: recargado en sus colores casi se lo podría catalogar como barroco. Sólo una suave brisa amenaza con una pizca de originalidad, o de diferenciación respecto a sus predecesores. Y en la superficie ciudadana se nota la disimilitud. Hoy no hay colectivos que trajinen los recorridos agotados en la repetición: como el lunes anterior los paquidermos del tránsito se abandonaron a la reivindicación. Y lo hacen ausentandose; liberando las calles de obstáculos, posibilitando un fluir más dinámico.
Pero no hace mella en la ciudad. Desde hace unos días, se siente cómo un transatlántico de lujo navegando por aguas calmas. Parece que atravesara el mar de los sargazos en toda su extensión. Completando travesías erráticas de cruceros indolentes. Sin capitán ni marineros a bordo. Solamente la quietud de saberse protegido por la naturaleza, de ser mimado por ella. Disfrutando una sucesión de días iguales a sí mismos. Decorados por el sol naranja-amarillo, por las sombras tornasoladas de edificios altivos, por sombras difusas de construcciones sencillas, sin ansias de sobresalir.
Flotando a la deriva, perdido su rumbo, con estrellas fijas que revolotean sobre su cielo, deja que las horas se pierdan en el saco sin fondo del Tiempo. No se molesta cuando sus pasajeros se extravían tratando de identificar qué día transcurre, porque ellos tampoco lo saben. Deben pensarlo, deben buscarlo. Y transmite contagiando se andar errabundo. Sin compás, sin giróscopo, sin clepsidra.
Y las brujas desorientadas, con sus sombreros negros puntiagudos atados para que no escapen, barren con sus escobas las pocas nubes que se cuelan desde el horizonte. Ellas también perdieron sus referencias temporales. Ansiosas revisan sus agendas garabateadas por hechizos de caligrafía. Recuperan el lugar, no el momento. Se cruzan en vuelos zigzagueantes y se preguntan si llegan tarde. O temprano. Y no llegan a tiempo. Los aquelarres se suspenden por falta de protagonistas. Brebajes, pócimas, bebidas experimentales, todas deberán aguardar. Y entonces liberadas de sus compromisos sociales, ellas se incluyen entre los desorientados y se dedican a sobrevolar sin plan de vuelo. Sin destino. Traviesas invaden espacio aéreo de otros, aparecen de repente asustando a distraídos. Trazan recorridos con estelas de humo colorido, haciendo del cielo un laberinto caótico de senderos que se tejen en una trama de senderos y encrucijadas.
Algunas pierden sus sombreros, dejando ver cabelleras rubias, morochas, coloradas. Otras coquetas dejan caer su capa de vuelo, y se distinguen joggings pegados al cuerpo que se dejan extender con el aire soplando sobre ellas. Las más lanzan carcajadas que retumban contra los edificios. Y los transeúntes diurnos que se adelantaron en su rutina se sobresaltan, y los nocturnos sorprendidos por la novedad, se regocijan y festejan. Participan del juego lanzando melodías desacostumbradas al aire, vistiendo el amanecer con sinfonías de tonos amplios y casi pegados, uno detrás del otro, como un fuelle avivando el fuego del hogar.
Todo es más de lo mism0… con variaciones sorpresivas.

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