Ambigüedad es la palabra que flota en este otoño. Imposible pronosticar el clima con un día de anticipación. ¡Peor! El clima varía por horas. De cielos soleados, de verdes persistentes a grises que hablan en una sola nota monocorde. Hay que detenerse y observar detalles con mucha delicadeza. Leer señales sutiles e interpretarlas apropiadamente. Abstraerse de opiniones ligeras y frases estereotipadas. Colocarse al exterior y orientar los sentidos a lo imperceptible. Y comenzar un proceso de desambiguación climática que nos permita ubicarnos, optar por la vestimenta adecuada, planificar excursiones urbanas.
Mientras tanto, el otoño recorre el laberinto cósmico dentro del cual se encuentra extraviado, poniéndose cada vez más nervioso por su impotencia para detectar el sendero que lo conduzca a la salida. Recordando —a tramos cada vez más cortos— la historia que le contó Perseo sobre la estratagema de Ariadna para asegurarse que no se perdería. Y que, orgulloso y vanidoso desechó confiando en su poder de orientación. Lo único que puede hace es lanzar bramidos de rabia, que atenuados se esparcen al exterior. Cada vez más enojado sus pasos se agigantan y su retumbar golpea oídos que se sobresaltan.
Cada crepúsculo, suena la llamada para el cónclave diario de Sabios. Pocas veces concurren todos, en escasa ocasiones superan la mitad de los convocados. El bedel encargado —cargo hereditario como todos— a la hora indicada suelta las cadenas que aprisionan los badajos de campanas sin sonido que fueron diseñadas por el primer arconte designado. A él también le debe, además, el protocolo inicial, el establecer las fórmulas administrativas que rigen hasta hoy la burocracia oficial.
En esta ocasión participan la mayoría, no la totalidad. Y no se conocen las causas de las ausencias porque están eximidos de presentarlas. Llegan con pergaminos extraídos de gruesos rollos, apilados en larguísimos túneles roídos por el tiempo y la humedad, resguardados en cámaras de vidrio climatizadas. Celosos ordenanzas, controlados por ujieres meticulosos, son los encargados del mantenimiento preventivo. Los Sabios, traen apuntes elaborados en horas de meditación, luego de consultar anales archivados con órdenes de clasificación dictadas por temas de interés personales, interés de conocimientos individuales, o simplemente por capricho. Pero ninguno de ellos puede acceder a los estantes de otro siguiendo su criterio de almacenamiento.
Comienza la reunión revisando el cumplimiento de los rituales anuales. Si se detecta que uno no se cumplió o se hizo en forma insatisfactoria, se podrá remediar la situación repitiéndolo. Se continuó con la lectura de los informes de los observadores designados. El responsable del ingreso de Perséfone al Hades indica con una pequeña observación que se demoró unos días. Se entretuvo recogiendo flores silvestres de praderas y bosques, para que la acompañen en los meses de oscuridad y tristeza. Que le recuerden su periodo compartido con su madre y amigos. La conclusión unánime es que la causa no estaba por acá.
Pasaron a leer el reporte del observador de las hadas del otoño. Debe evitar que lo detecten, como es costumbre desde hace muchas temporadas, el responsable, un día antes se camufla en los lindes de la pradera donde son invitadas. No deben detectarlo, aunque conocen su presencia. En el papel prolijamente escrito, da cuenta de los detalles. Se realizó el festival bajo la resplandeciente luz de la luna llena, sin nubes que dificultaran la vista. Buscaron un campo de trigo previamente adecuado siguiendo los ritos establecidos. Como indica el protocolo, el hada de la espinera blanca (Árbol de cuatro a seis metros de altura, con ramas espinosas, hojas lampiñas y aserradas, flores blancas, olorosas), vertió la libación de prímula (Es una planta herbácea, perenne de crecimiento bajo). Dejó que el líquido sagrado se esparciera hacia el límite del círculo consagrado. Y luego danzaron alrededor del fuego al llegar la medianoche. Otra posibilidad descartada por el conclave.
Determinados a encontrar la llave que destrabara el misterio, analizaron el informe celta. El resultado fue el mismo, la fiesta identificada como haleg-monath, que significa mes sagrado, fue celebrada sin que se reportara observaciones. El respeto a las costumbres fue total. Participaron con caras pintadas de acuerdo a las normas de cada tribu originaria. Se trasladaron a pie recogiendo frutos maduros, como exige el ritual. Encendieron la hoguera con el leño guardado en las profundidades de la caverna debidamente purificada y ofrendada. Intercambiaron amuletos y se desearon largas vidas. No salieron señales de rivalidades ancestrales que siguen mantenimiento. Es uno de los pocos periodos anuales de tregua que respetan.
La lista era larga, pero la cumplieron durante una jornada agotadora. Que no tuvo bromas ni pullas interesantes. Que se agotó con sobriedad y recogimiento. Que estuvo signada por la preocupación.
Entonces la decisión fue analizar el presente, recurrir a las crónicas, a las series históricas y tratar de hallar las señales que permitan la desambiguación climática. Observar humedades ambientes, comparar la fuerza de los rayos de sol al encontrarse con la tierra, la distribución de nubes vagando en el cielo, las precipitaciones en forma de lluvia, nieve y granizo, las temperaturas internas de la tierra, la intensidad e los vientos. Reunir la mayor cantidad de datos que permita definir si es un ciclo extraño pero previsible, una anomalía inesperada y fuera de control o indicios de cambios permanentes que anuncian nuevas series climáticas, que habrá que estudiar, clasificar y difundir.
En tanto el otoño, en su encierro, sigue haciendo muescas en las paredes que recorre. Por lo menos intenta saber si antes pasó por ese lugar. Ha inventado varios tipos de secuencia para conocer pasadizos transitados. Todo inútil, este Dédalo anónimo conoce todos los trucos. Así que sigue bufando con mayor intensidad, mientras nosotros, pequeños mortales seguimos con nuestra vida cotidiana,