2013/05/02 Bruma Invasora

Bruma, una bruma brotando de la grietas, de las heridas de la corteza terrestre; una bruma que ligera cómo fantasías en desarrollo se eleva espiando por las ventanas de los primeros pisos —no importa si son viviendas u oficinas— y luego desciende casi flotando sobre una ciudad inmovilizada y rebota contra la superficie trazando extraños ángulos circulares. Los cuerpos gaseosos, de geometrías difusas, no respetan las conductas de los cuerpos físicos con los que convivimos. Deforman las trayectorias, trazando órbitas irregulares. ¿O son los ojos los que se confunden? 

Las luces lejanas parecen navíos indecisos aguardando la orden para atracar en el puerto. Ansiosos y atentos, los vigías encaramados en el tope de los mástiles, esperan la señal. Una señal que se demora, el tiempo está detenido. Y los oficiales del muelle dudan. No saben si son amigos o alguna nave trocada en tiburón. Como un presente griego marino. Avieso y traicionero.

Las troneras con sus cañones preparados, las mechas listas para transformar pólvora en fuego mortal. Ojos acostumbrados al sol repentino y encandilador del amanecer ahora son confundidos por sombras que basculan en la neblina. Todo es posible, la imaginación ocupa la mente desconcertada y extraviada en los meandros de la memoria. Sacada de sus coordenadas habituales, expulsada al mar abierto se sumerge en el fondo inescrutable de los recuerdos, busca puntos de referencia, anclas donde fondear pensamientos que erráticamente galopan dentro de cerebros aturdidos.

De cada habitante de la ciudad sumida en una nube indolente y cuasi estática, leve de gotas, brotan desde su interior historias robadas a la niñez, miedos infantiles, recuerdos de narraciones tejidas por abuelos. Algunos se meten en linderos de bosques tupidos y tenebrosos, escuchando aullidos desgarradores de almas perdidas. Otros se refugian en zonas alumbradas de cavernas que se deslizan hacia el centro de la tierra, adivinando formas demoníacas entre rocas verticales. Otros otean desde miradores enclavados en oasis rodeados de desiertos sin temperatura, en la convicción que seres alados barren minuciosamente con palmeras y pozos de agua expulsando materiales indeseables. Grumetes sin experiencia se abalanzan sobre los bordes resbalosos de audaces embarcaciones, para ser los primeros en avistar las serpientes marinas, o el kraken, seres dispuestos a engullirse a toda la tripulación de un solo bocado.

Centinelas somnolientos escudriñando velos grises, interpretando sombras de guerreros del caos barriendo con lo conocido, instalando realidades indeseadas. Campesinos alumbrados por antorchas debilitadas, trepados a atalayas de piedras cúbicas, escuchando ruido de cadenas arrastradas y lamentos por batallas perdidas o traiciones inesperadas, producidas por espectros sin paz, ni descanso.  

Porque es la confusión de no distinguir formas habituales cabalgando entre la noche y el alba. Porque el universo es materia de interpretación. Porque los sentidos envían información dudosa al cerebro. Porque se relajan los controles racionales. Porque los sustratos inferiores toman el ascensor vertiginoso para instalarse y aturdir. Porque todos los planetas posibles están en el mismo nivel de igualdad. Porque la bóveda se acercó sustituyendo y transfigurando figuras con estrellas desconocidas en los vértices. Porque todo es difuso. Porque todo es real, nada es previsible. Todo está por inventarse en esta hora en que el amanecer pugna por sus hábitos, lucha por cumplir con su obligación cotidiana. 

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