17/04/2013 Sol jovial.

La temperatura ambiente marca el ritmo general: A mayor calor, menor movimiento. Y la ciudad, en base a pasadas experiencias similares lo sabe. E inmediatamente lo pone en práctica. Tiene sus mecanismos de alerta temprana bien aceitados y depurados para estas ocasiones de excepción. Desde unos días atrás los partes meteorológicos anunciando la irrupción de una ola de temperaturas desacostumbrada para esta época del año y comenzaron a advertir sobre esta posibilidad.
Aparecieron señales evidentes para los que entienden de ellas: noticias que mostraban a búhos permaneciendo parados sobre postes y no en el pavimento cómo es su costumbre; hormigas que antes de ingresar a dejar su carga en los almacenes subterráneos daban tres vueltas alrededor de la entrada; hojas amarillentas descolgadas de árboles, que planeaban en vuelos en forma de velas horizontales henchidas por el viento, balanceándose como una hamaca paraguaya; pájaros carpinteros que hurguetaban en las partes más altas de los tallos; cóndores urbanos que se deslizaban en vuelos zigzagueantes sobre rascacielos disminuidos.
En la reunión diaria del consejo de sabios, el ujier de turno entregó el boletín de novedades con el resumen —elaborado con el truco «cortar & pegar» —. Desprolijo cómo es costumbre, lo que provocaba al principio la ira y ahora solamente despertaba competencias divertidas entre ellos. Se inventaban primicias exóticas a partir del intercambio del orden de las oraciones. La primera media hora de la reunión estaba dedicada al juego. Se cruzaban chanzas ingeniosas referenciando historias antiguas y en más de una ocasión las risas invadían el recinto austero.
Y finalizado el divertimento, se calzaron los sombreros de conferencia y se dedicaron a resolver problemas, o por lo menos a tratar de resolverlos. Se deleitaron con una propuesta de pájaros tuercas que proponían transformar el cauce de la cañada en una pista de carreras. Querían hacerlo para el 29 de abril festejando el día del animal. Fue rápidamente desechado. Y llegaron a la nota climática. No se asombraron, conocen de memoria estos caprichos del verano, invadiendo territorios que no le corresponden. En épocas antiguas cuando las zonas de influencia oscilaban continuamente, este acto de provocación hubiera desatado represalias, y el enojo de los dioses. Hoy no. Ni una suave amonestación. Todo quedará como un berrinche de alguien aburrido.
Evaluaron posibles peligros y decidieron que no era necesario poner en funcionamiento el sistema de alarmas tempranas. Solamente estar atentos y disfrutar del apartamiento de la rutina. Tomar nota de detalles para tratar de descubrir comportamientos no registrados anteriormente, Con la dedicación que los caracteriza, los magos de barba piramidal invertida se retiraron a sus gabinetes de observación. Y comenzaron la tarea con curiosidad de principiantes.
Tras los muros de sus estudios, la noche abandonaba de a poco calles y veredas, Pasajeros nocturnos paseaban sin rumbo fijo. Descubriendo manchas en las paredes, ladrillos díscolos colgando de balcones, puertas con la llave olvidada del lado de afuera, baldosas indisciplinadas rompiendo simetrías. Pasajeros distraídos caminando en forma pausada, dejando que la brisa sureña les indique la dirección, acercándose a los cursos de agua hoy escasos de caudal. Senderos de agua apenas visibles, con voz suave entonan melodías recuperadas de partituras añejas que se remontan a recuerdos del edén. Los vehículos que aportan el sonido de fondo respetuosos no interrumpen los cantos del agua rodando por la pendiente, no rivalizan con piar de aves deslizándose entre edificios en sombras,
Y el sol que irrumpe. De un solo golpe destrona la oscuridad y se sienta horondo en el carro de fuego. Azuza a sus caballos y se lanza en carrera veloz atravesando praderas celestes ausente de nubes. Sabe que hoy le está permitido arrojar sus rayos traviesos. Que hoy podrá elaborar bromas a los seres terrestres, Que hoy podrá divertirse molestando inocentemente. Hoy es su día jovial.

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