Todos somos nuestro propio libro: tenemos la habilidad de reescribirnos, de subrayar nuestra identidad e incluso de arrancar aquellas páginas que no sirven, que duelen y que otorgan un peso innecesario a la novela de nuestra vida. Asimismo, recordemos dejar una última hoja en blanco, ahí donde siempre se abre la oportunidad de iniciar nuevos capítulos…
Decía Borges que hay quien no puede imaginar un mundo sin pájaros, hay quien no puede imaginar un mundo sin agua y quienes, efectivamente, no conciben un mundo sin libros. Ahora bien, algo que sin duda nos enseñan todas y cada una de las novelas que hemos leído, y que de algún modo conforman también el sustrato de nuestra personalidad, es que todos somos historias. Existir es formar parte de un tejido mágico donde convertirnos en autores de un hilo argumental que acontece y se escribe cada día.
“La aventura de la vida es aprender, el objetivo de la vida es crecer, la naturaleza de la vida es cambiar” -William Ward- |
Sin embargo, y aquí llega uno de nuestros problemas más evidentes, es que a menudo llegamos a pensar que estamos sujetos a una sola línea narrativa, a la clásica estructura de una introducción, un nudo y un desenlace. Nadie nos ha indicado que en realidad el libro de nuestra vida no siempre tiene un orden lógico, hay capítulos que se quedan a medias, hay párrafos que debemos borrar para reescribir y hay muchas páginas que es conveniente eliminar para que la trama tenga mayor sentido.
Por otro lado, algo que deberíamos tener muy en cuenta es que el libro de nuestra vida solo tiene un sentido completo para una sola persona: nosotros mismos. Cada experiencia, cada encuentro, cada decisión tomada, cada sensación, caricia, escalofrío o cada casualidad vivida tiene un significado propio para nosotros mismos que nadie más suele entender. En nuestro propio caos está la lógica, en nuestro propio libro de capítulos desordenados y de continuos reinicios se halla la mejor novela jamás escrita: la nuestra.