Lo tuyo es mío


Fantaseado por Hugo Bastos.

La vio venir desafiando el pronóstico del clima. Le llamó la atención el paraguas que colgaba de su mano izquierda; se bamboleaba con ritmo descuidado al compás de pisadas breves y veloces. Posaba la mirada en un punto inexistente, los brazos arrastrando el aire como si empujaran olas estáticas, demasiado calmas y silenciosas. Ella era energía en movimiento.

La vio venir y se le ocurrió que entonaban la misma melodía, de palabras en otro idioma, uno secreto entre los dos —íntimo, irreconocible para los demás. La vio venir y no le interesó conocer su nombre, ni su fecha de nacimiento, ni su domicilio. La vio venir y reconoció los colores bajo una llovizna avara, eran gotas minúsculas que se extraviaban dentro de su paraguas y los salpicaban a los dos, solo a ellos.

La vio venir y los senderos que los unían corcovearon indómitos, se alejaron dando gritos de angustia, se acercaron hasta casi embestirse con risas compartidas. La vio venir y supo que el peligro se abalanzaba sobre él y lo asfixiaba, lo inmovilizaba, lo arrollaba. La vio venir y sus defensas milenarias se derrumbaron; la muralla incólume durante eones trastabilló en unos ojos que lo taladraban desnudando sus secretos. La vio venir y no tuvo ganas de esquivarla, de ignorarla. 

Permitió —sin percatarse— que lo devorara; se entregó a un destino borracho de incertidumbre. Y fueron uno sin saberlo, sin desearlo. Y cada uno pugnó por seguir su camino arrastrando al otro en su dirección; caminaron con brújulas diferentes, con constelaciones cambiadas. Siendo uno miraban hacia polos diferentes. 

La vio venir y le aterró su sueño. Miró a su espalda y la vio de espaldas. Unidos por el cabello cautivo del otro perdían las palabras que callaban, escamoteaban las caricias de las que eran huérfanos. El idioma entre ellos ya no era el mismo. Las palabras no se pronunciaban, tampoco se adivinaban. 

La vio venir y supo que se fagocitarían, se anularían como una ecuación matemática, serían ceros sin solución de continuidad. La vio venir y el aire se perfumó de ruptura, de despedida. Las nubes tomaron color de dolor y el futuro fue un iceberg solitario.

La vio venir y no la dejó pasar

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