30/04/2013 Criaturas mitológicas pastando.

Densas nubes grises salpicadas por orificios crema permiten intuir el cielo colgado del espacio. Un viento apacible arremolina el polvo levantado por manadas de animales mitológicos que giran persiguiendo el destino extraviado. Son  «Flaneur»  incorregibles que —paradójicamente—  descansan en un trajinar permanente.  Son seres creados en fantasías alocadas que hicieron las delicias de narradores imaginativos, que fueron sintetizando formas y desarrollando e inventando otras. Algunos son mezclas de leones con águilas o con serpientes o cocodrilos o equinos. Se les asignó misiones fuera de lo normal, apartados de lo cotidiano. Se les otorgó poderes mágicos y cualidades humanas. El mundo trascendente superior se fue llenando de arquetipos, de ideales. Poblados de fantasías que buscaban un lugar perfecto al cual reflejar con los comportamientos humanos.

Y hoy, en un amanecer más “otoñal” que los predecesores se logró un acuerdo mínimo . No es difícil adivinar una reunión masiva en valles grises flotando entre montañas de vientos. De callejones encajonados en los cuales conviven todo tipo de seres. Conversando, cambiando ideas, prestándose anécdotas que les tocó protagonizar, inventariar lugares desconocidos, acomodar fechas fuera de toda cronología. 

Moviéndose lentamente, sabiendo que todo el tiempo lo tienen ellos. Que no lo pueden alterar, ni malear, pero sí extender su efecto y agrandar las convenciones de medición.

Gruñidos que se transforman en palabras. Diálogos de sonidos en mil lenguas. Pezuñas, patas de pocos dedos, cascos dibujados en noches febriles, zarpas semejando ganchos. Revolviendo en el suelo, horadando la superficie. Levantando polvo estelar, dejándolo en suspenso. Partículas infinitesimales que recorren brisas estáticas dibujando áureas coloridas al ser atravesados por la luz lunar. Resplandores difusos horadados por rayos invisibles. Conductas expectantes, ansiosas de la salida del sol, dispuestas a ser coloreadas por arco iris transitorios, por juegos de colores oscilantes entre brillos y opacidades, por gamas continuas de intensidad creciente.

Desorganizados, incansables, mezclados, caminan alternando entre grupos que se deshacen y se vuelven a formar más lejos. Intercambian sueños e inventan poemas épicos, se convierten en protagonistas de leyendas desconocidas, y juegan a desparramar polvaredas y esconderse detrás de sombras. Y el deporte preferido es proyectarse difusamente contra edificios blanquecinos para que los reinterpreten, para que generen en las mentes humanas nuevos arquetipos a imitar. O a evitar.  

Y va amaneciendo. Y apoyados en barandas inexistentes, en bancos esquivos de troncos derruidos, asisten al espectáculo renovado cada mañana pacientemente. Participan en forma melancólica recordando épocas de reconocimiento masivo, cuando eran modelos de pinturas y bajorrelieves, cumplieron la misión encomendada Criaturas creadas y recreadas una y otra vez que permiten combinar libremente características deseables de dos o más animales. Y luego asignarle poderes mágicos y transformarlos en herramientas o ayudantes de dioses.

Arrastrarán aguas por mares en forma de olas, darán calor con su aliento, trasladarán noticias entre comunidades apartadas, protegerán a niños de peligros inminentes, cuidarán sueños  que se desperezan en la noche, sobrevolarán espacios vacíos tratando de avizorar peligros desconocidos, atacarán enemigos que acechan en cavernas abiertas. Pero por sobre todas las cosas, serán las armas para erradicar la repetición rutinaria que trata de tiranizar cotidianamente,

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