Una dura y previsible contienda se desarrolla al alba. Casi sin espectadores porque la ciudad se debate entre las obligaciones cotidianas y los preparativos para un feriado largo. La luna arrogante, desafiando las leyes de gravedad clásica, la teoría de cuerdas modernas, los principios probabilísticos de la mecánica cuántica, las explicaciones orbitales aristotélicas y las leyendas malayas del origen del universo, decidió acercarse a su compinche de toda la vida y obsequiarle una noche improbable, llena de luz lunar, de reflejos blancos y redondos sobre charcos y estanques, convertir a ciudades enteras en espejos opacos que replican claridad.
Y la noche respondió con sorpresa; si bien ya le sucedió en otras oportunidades, no deja de asombrarse, de maravillarse. Revivió otra vez la fascinación que le despertó la primera, la primigenia. Recuperó la curiosidad que le inundó al descubrir comportamientos extraños, tanto en animales como en hombres. Conductas desafiantes, arrogantes, sumisas. Se potenciaron y despertaron las que estaban ocultas. Salieron a la luz las escondidas, las encubiertas, las adormiladas.
Los seres nocturnos, reales y fantásticos, deambularon sin rumbo fijo. Se diluyeron refugios habituales, desaparecieron muchos de los lugares usados para emboscadas y trampas a incautos, o solamente escenarios para asustar. Las veredas recibieron sombras tenues que recorrieron su superficie sufrida. Es luna llena y está cercana. Muchos noctámbulos decidieron quedarse en su refugio y no arriesgarse a ser presa de los peligros latentes. Otros desafiaron esa versión con la misma convicción. Por un lado el paradigma fáunico, órfico, por el otro el romántico.
Unos salieron en búsqueda de seres de luna llena, los otros en encontrar la manera de llegar a la luna para arrebatarle un pedazo y obsequiarle a su amado, a su amada. Una demostración de amor singular. Un regalo único para un amor único. Muchos lo demuestran día a día y no necesitan marcar con rojo el calendario y bautizar una jornada en particular para celebrar.
En la mesa sin forma, alrededor de la cual se ubican sabios, augures, magos, hechiceros, nigromantes, se contaron historias nostálgicas. Recordaron los tiempos originarios de la formación de planetas, cuando todo era prueba y error, empezando por las leyes naturales. Y la luna, pedazo de roca desprendida de la tierra buscaba su recorrido más cómodo. Y estaban tan cerca que era posible saltar de una a otra. Y los dioses que experimentaban con los prototipos de sistemas físicos y químicos, solían jugar a esconderse en cráteres profundos, en cavernas interminables que los unían bajo la superficie lunar. Y armaban depósitos de objetos perdidos. Y luego los revolvían buscando el objeto deseado, el objeto soñado.
Pero para los océanos en formación no era beneficioso. El agua acumulada que se expandía, gotas obtenidas exprimiendo guijarros y piedras interestelares que vagaban erráticos y colisionaban con la novel tierra, todavía no llamada así, saltaban de la tierra a la luna y allí libres de la gravedad huían al espacio. Los tironeos entre ambos cuerpos celestes producían mareas inconmensurables que barrían durante la noche la superficie acuática, transforman la calma en olas galopando descontroladamente. Y los pocos habitantes que se iban aclimatando eran expulsados a territorios yermos, bien altos, alejados de tsunamis diarios.
Y de a poco la órbita lunar se fue extendiendo, aumentando su radio, alejando la tierra de la luna. Logrando que las mareas se suavizaran, que la vida fuera más previsible. Al no tener que preocuparse por la devastación y realizar migraciones continuas, pudieron dedicarse a tareas más ociosas que las de supervivencia. Pero en al balance perdieron la posibilidad de saltar. Los cráteres quedaron lejanos, llenos de recuerdos y objetos perdidos, desvinculados de escondites. Los túneles se sumergieron en la oscuridad y no fueron visitados por inquietos seres terráqueos.
El futuro se acercaba y los experimentos se agotaban al lograr equilibrios precarios. Estas eran las historias que conocían a través de incunables, pocas veces accedidos y descifrados. Escritos con signos de significados conocidos únicamente por iniciados y transmitidos oralmente de maestro a discípulo. Sin que trascendiera su significado. Secretos solo para iniciados.
Y el día se impone. Va alejando a la luna. Ahora la ciudad se tranquiliza y retoma su ritmo. Se prepara para un fin de semana distinto.