24/04/2013 Sol lejano

Una descolorida mancha gris se desplaza desde el horizonte desbordando las orillas. Arrastrada por tenues sogas camufladas en la oscuridad, se elevan lentamente. Tiñe de colores embarrados los límites naturales. Tonalidades rosadas emergen tras edificios con pocas luces encendidas, éstas se encuentran en terrazas o edificios de oficinas, ninguna en departamentos. La ciudad sigue durmiendo, ignorando el amanecer. Y los artistas asignados conocen su rutina, sus responsabilidades: aumentan la intensidad del rosa pálido, pegan sobre la bóveda retazos de tela, con suaves cepillos limpian el barro gris y ahora el cielo es una cara sonrojada, exponiendo su rubor inocente. Son las mejillas de un rostro que se va contagiando de la vergüenza interior. De una timidez criada desde la infancia que surge desde lo profundo.
El telón dura poco. Los retazos se despegan y se deshilachan, arrojando restos de hilos que no caen en ningún lado. Las nubes se van llenando de sombras pálidas, Los pobladores durmientes siguen sin despertarse. O tal vez lo hicieron pero no abrieron los ojos. Las tinieblas van dejando espacio a la claridad. Las construcciones van recuperando su color. El sol amenaza desde su ostracismo diario.
Las calles se muestran escuálidas, flacas de tránsito. Se dejan estar, se abandonan a un ritmo monótono, igual en intensidad desde la primera a la última nota. Una melodía cadenciosa circula esquivando paredes, colándose por esqueletos de hormigón a medio desarrollar. Hoy las brujas han puesto piloto automático y le han dado vigencia al programa “volar con los pájaros”. Le transfieren el control a los sensores, se mimetizan de drones. El radar minúsculo ubicado en la trompa del cabo de la escoba, detecta un ave en vuelo. Y la sigue, imita recorridos espiralados, dibuja caparazones de caracol, traza curvas asintóticas que se pierden en el espacio. Ellas impávidas, disfrutan con las caricias que reciben sus caras. Su mente descansa, abandonado a navegar sin preocupaciones.
Sólo un colectivo impetuoso destruye la quietud. Intranquilo, acaso desubicado, sortea coches zigzagueando a velocidades imprudentes. Se estrella contra luces rojas de semáforos, se abalanza atropellando luces verdes, ignora las amarillas. Su motor traquetea y es un sonido atonal en la sinfonía del pre amanecer. Los escasos transeúntes, concentrados en sus pasos vacilantes, se sorprenden, Se sobresaltan y salen de su estado absorto, Los fieles peregrinos del amanecer, se percatan que han sido acompañados por espectros amigables sin darse cuenta. Remiendan su error y los saludan.
El transporte de pasajeros levanta la vista. Y se encuentra con un botón amarillo brillante sobre edificios. Frío, distante. Semeja una pintura con el sol como protagonista único, desde los áridos hielos del polo. Muy lejano, reflejando rayos débiles, transmitiendo indiferencia, Abandonado como un ebrio a la luz de la luna. Persiguiendo rutinas que ya olvido.
El barco de lujo, es hoy un navío abandonado. Tal vez el del holandés errante. Se conduce entre témpanos a la deriva, él es uno más.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *