Leer análisis generado por Gemini
La ciudad está sorprendida. Alterando la rutina, los habitantes búhos se la pasan posados en balcones, en rejas, en postes de luz, en semáforos. No hace falta que se escondan escapando del frío. Desde hace unos días conversan animadamente y sus palabras se convierten en murmullos, se escuchan y algunos discuten exponiendo argumentos circulares. En los momentos que necesitan reponer energías utilizan las brisas calientes para volar planeando, casi sin recurrir al movimiento de sus alas. Abren un poco más los ojos y luego parpadean. Se preocuparon y consultaron, primero a los sabios, luego a los augures, siguieron por hechiceros, continuaron por tarotistas y llegaron a las brujas.
En amplias rondas exponían los argumentos recibidos. Desde los más científicos e imparciales, basado en datos empíricos de la realidad observable, hasta teorías conspirativas de extraterrestres que algunos caracterizaban como traviesos y otros como malvados; pasando por discontinuidades en el tramado espacio/tiempo, o el advenimiento de una nueva era. Un despistado propuso que era Perséfone que había roto su juramento y correteaba por los campos escapándole a su lugar en el Tártaro. Luego de transitar por antiguos libros de historia, de leyendas, de memorias intimistas, los más viejos decidieron que era un capricho de la naturaleza que no tenía antecedentes.
Los más pragmáticos propusieron disfrutar del clima obsequiado, no preguntar ni encontrarle explicación. Tenían su paraíso, su lugar soñado, ese que perdieron cuando el cosmos se impuso al caos y le fueron dadas la oscuridad y sus misterios. Fueron aplaudidos y vitoreados. De común acuerdo partieron a disfrutar por los senderos de sus comarcas.
Desde entonces salen en el crepúsculo nocturno y retornan al alba. Muchos se demoran para cruzarse con las alondras y espiarse y piropearse. Tienen poco en común aunque hay quienes cruzaron la frontera y otros que se travistieron. Conversan ocasionalmente, algunos conviven. Se respetan pero desconfían. Cada uno tiene sus poetas y sus cantautores. Sus voceros y representantes. Porque son dos subculturas interrelacionadas.
Los búhos tejen historias fantasiosas. De hechizos, embrujos, espectros. De catástrofes, de fin del mundo, de terremotos devastadores. De tragedias, de romperse el ciclo natural. Y las relatan sentados en círculos o las pintan en murales urbanos. Son espectadores de sustos a transeúntes por parte de fantasmas, de ahogos en lágrimas por angustias emergentes y amores que nacen en grietas de edificios.
Hoy están felices. Tienen las noches más largas con el clima de verano. Es su paraíso. Es su quimera realizada.